En los últimos meses se ha hablado mucho de la cuantificación, desde el punto de vista económico, de los riesgos que supone el cambio climático para las entidades. Prestando un especial foco, como no podía ser de otra forma, en el sector financiero.
Desde que en las primeras crisis del siglo pasado los informes corporativos se propusieran como herramientas útiles para explicar a terceros el valor de las compañías y persuadirles de su confiabilidad, ha corrido mucha tinta.
En una misma semana del pasado mes de junio de este año, vivimos el anuncio del presidente Trump de abandonar el Tratado de París sobre el clima, al tiempo que dos de los mayores inversores del mundo –Blackrock y Vanguard– ganaban a los ejecutivos de ExxonMobil la votación de la Junta de Accionistas en la que les instaban a integrar los riesgos del cambio climático en el negocio.
La decisión del Presidente Trump de abandonar el Acuerdo de París es una mala noticia, sin embargo, hay que decir que los Estados Unidos nunca ratificó propiamente el Acuerdo. Obama se adhirió mediante una orden ejecutiva presidencial, pero los compromisos de EE.UU. nunca llegaron a ser aprobados por el Senado.
Estrés es lo que se sintió en 2008 a raíz de la crisis financiera que puso al sistema en su conjunto en entredicho y que requirió, de forma urgente, un refuerzo en la supervisión de las entidades bancarias. Como solución, se impusieron los test de estrés y se incrementó la demanda de transparencia en cuanto a los riesgos a los que están expuestas estas entidades y a los mecanismos implementados para su correcta gestión.
Un aspecto que olvidamos, inmersos en la vorágine “climatocontagiosa” de las Cumbres, es que los aquí reunidos no tratan solo de dilucidar si son suficientes o no las medidas a tomar para frenar el calentamiento global. Además, tienen que responder a un proceso formal de negociaciones diplomáticas con su dinámica y liturgia particulares.
Se dice que la primera vez en la que la agenda climática necesitó seriamente de la atención de los diplomáticos, fue durante la primera crisis del gas en Europa. La dependencia energética europea asustó a los gobiernos, uniendo la agenda climática y la energética para no volverse a separar.
Pese a que algunos podamos echar un poco de menos la sobriedad y el foco con la que trabajaba en el pasado, siempre que asisto a los eventos del WBCSD tengo la sensación de encontrarme ante el grupo más selecto de personas dedicadas a promover el desarrollo sostenible desde el mundo de los negocios. Fundado por Maurice Strong y Stephan Shmidheiny tras la histórica Cumbre de Rio en 1991, el Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible – WBCSD – agrupa hoy a casi dos centenares de las empresas más relevantes del mundo y ejerce una influencia capital en el diseño de la agenda sostenible de los negocios.
Este año, como no podía ser de otra forma, la reunión anual del Consejo está teniendo lugar al mismo tiempo que la COP21 aquí en Paris, y la agenda climática se encuentra en el centro de las intervenciones y los debates.
Año tras año, desde hace más de veinte la Organización de las Naciones Unidas persigue lograr un acuerdo global para la reducción de emisiones que producen el calentamiento global. Sin embargo todo apunta a que este año las posibilidades son mayores en la Conferencia Internacional que está teniendo lugar en Paris.
Esta nueva situación viene impulsada por un cambio significativo en el contexto. Por un lado, el anuncio de compromisos de reducción por parte de los dos mayores emisores mundiales de gases de efecto invernadero – Estados Unidos y China – que hasta la fecha se negaban a asumir compromisos. Y, al mismo tiempo, la reducción del coste de las tecnologías más bajas en carbono incluyendo el aumento de proyectos con energías renovables, el interés de los inversores en ellos y la aparición de nuevos instrumentos como los bonos verdes, el desarrollo de compañías yield y el micromecenazgo (crowdfunding).
Cumpliendo con lo esperado, durante la Global Conference de GRI se ha presentado la nueva Guía G4. Una nueva versión que introduce novedades importantes, tanto en el proceso de elaboración como en el formato de las memorias de sostenibilidad.
Aunque las memorias se pueden seguir preparando según la versión anterior durante los dos próximos años, la sencillez de la aplicación de la nueva Guía y la presión del mercado hace prever que las organizaciones comenzaran a reportar con el nuevo estándar muy pronto.
En los próximos días puedes asistir a los diferentes eventos y seminarios en los que presentaremos las novedades, resumo aquellas que me parecen más relevantes
El aeropuerto de Dubai, supongo que como otros nodos globales de comunicaciones, continúa con su actividad frenética durante la noche. A las cinco de la mañana tiene la misma vida que a cualquier otra hora del día. Lo único que cambian son los pasajeros, más somnolientos eso sí, caminando hacia sus puertas de embarque.
El catedrático de la Universidad de Oxford Ian Goldin, en su reciente libro “Divided Nations: Why global governance is failing and what we can do about it” (Oxford University Press, 2013), reflexiona sobre los dilemas a los que nos enfrentamos como sociedad abundante y globalizada.